Las organizaciones deben orientarse en cierta medida hacia comportamientos solidarios. Fernando Salas Rosso (2001) define tres tipos de solidaridad, una impuesta, una natural y una mixta. La natural, que generalmente es producto de motivaciones religiosas, humanismo laico o incluso egoísmos, se caracteriza primordialmente por ser voluntaria. La impuesta, es aquella en la cual no se da al individuo ninguna discrecionalidad en el actuar.
La solidaridad no debe ser impuesta, pues trae como consecuencia la prohibición de la libertad para el desarrollo, la innovación y la propia superación individual; más bien debe permitir a los individuos ser protagonistas del desarrollo organizacional para dar paso a la organización dirigida a la cooperación.
Puede relacionarse entonces que un buen manejo de la solidaridad en las organizaciones depende en cierta medida de la comunicación y el diálogo, que permitan la manifestación de las individualidades y que busque de la mejor manera posible el beneficio colectivo y no sólo el individual, donde se respeten las ideas y perspectivas de los demás,
Las personas que quieran construir un proceso basado en la solidaridad, no deben involucrar bajo ningún concepto la anulación de los intereses personales; sino mas bien trabajar en pro de los beneficios colectivos, pero siempre defendiendo las posturas individuales que contribuyan al logro de los objetivos organizacionales colectivos.
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